martes, 14 de septiembre de 2010

EL BAILE (Crónicas de Curro Jaramillo)

     ¡Esa ventana! Que alguien cierre esa ventana. Pero qué digo, quién va a cerrar la ventana si aquí no hay nadie más. Además la ventana ya está cerrá; cerrá y bien cerrá, con las cortinas echás y la persiana bajá. Pero, claro, encima de la acera y a pie de calle como está, cómo va a evitar que todo ese alboroto llegue estrepitoso hasta el mismo lecho, martirizando mis oídos. Más de dos días con sus noches debo llevar postrado en esta cama, si no cuento mal. La peor resaca que recuerdo, aún no terminan de aplacarse los últimos efluvios etílicos y ya se armó la “marimorena”. Menudo jaleo tienen ahí afuera. Durante un momento imaginé que todo formaba parte de un sueño, pero en cuanto he puesto los pies en el suelo, y con la cabeza aún dándome vueltas por dentro, he podido constatar que todo es real. A ver si, aunque sea a tientas, puedo llegar hasta la ventana, a descorrer una de las patas de la cortina y entreabrir un poco el portillo, un poquito, no más; sin atreverme aún a levantar la persiana que aguanta la claridad. La tarde avanzada va, pues la sombra domina gran parte de la vía ya. Es mi calle un lugar no muy propenso al tránsito de viandantes, en parte debido a lo apartada que queda del centro del pueblo, y en parte a que no tiene otra salida que una plazuela pequeña y recogidita, que da al borde de un montículo, desde donde se puede admirar toda la vega y la ribera del rio que va a la mar. Por eso es que, habitualmente, todo el que pasa por aquí, o bien vive en uno de esos portales, o poco más allá; toda gente conocida con nombre y apellidos, y un amplio surtido de motes además; como Juan “El Puya”, quien, precisamente, es el que ha montado todo ese jaleo que me ha sacao de la cama, sí, ese que ahora mismo grita, ahí, plantao en medio de la calle convocando a media vencindad:
     —Manuela, Perico, “Zurdo”, venirse pa casa de la Rosario, que yo voy a buscar al “Niño la Guita”, al “Pamplina y alguno más.
     ¡Menuda cuadrilla! La cosa parece fuerte de verdad; algo grande se va a montar, más, sobre todo teniendo en cuenta que “El Puya” no se habla con Perico desde mucho tiempo atrás (disputas de juego y copas, que los dos son tal para cual; pero na serio al final, que son buenos amigos, y compadres, vamos: uña y carne, pero cuando andan por medio el vino y las cartas, ya se sabe (ese es otro cantar). Además, el hecho de que anuncie en busca de quienes anda ya apunta a juerga con seguridad: Ni más ni menos que “El de la Guita” y “El Pamplina”, lo más sonao del gremio flamenco local, tocaó fino de guitarra el uno, palmero apañao el otro como el que más. De seguro que el jolgorio tendrá para toda la noche, eso si no se alarga y empalman con la siguiente, que es lo más probable, o más si les apuran; que estos saben como empezar, mas nunca la manera de rematar una vez calentados. Menos mal que yo me he retirado del bebercio, y, además, que no tengo yo cuerpo. Ni cuerpo ni edad pa tanto desafuero, que uno ya no es un chiquillo, que se comienza con una copita y..., y luego otra y otra, y que si la penúltima...; que me conozco, y encima luego no como ná, y eso es peor. Que nó, vaya, que no pienso ir. Ni siquiera asomarme por allí.
     Por ahí aparecen la Manuela y el Perico ya, pa casa de la Rosario van; detrás “El Zurdo” con su Soleá; y la abuela, hasta con el Joselito en pañal. ¡Ohjú! ¿Qué es lo que pasará? Por lo menos tendré que levantá la persiana pa enterarme de algo más.
     —Eh, Perico, ¿se puede saber a qué se debe tanto alboroto, y adónde van?
     —De lo que pasa na te puedo decir. Mi compare “El Puya” nos ha venío a llamar y vamos pa´llá. Acércate si te quieres enterar.
     —No, que va, que estoy acabao de levantar y no me termino se asentar.
     —Tú mismo, Curro.
     No es la primera vez que en mi calle acontece un hecho similar. Todavía me acuerdo del año pasado, sí, cuando parió la Soledad, en el bautizo del Joselito, no veas la que se armó, cuatro días duró el convite, y eso porque faltó to lo que se podía tomar, y la comida igual: la matanza entera de un puerco y no quedó na, ni chicharrones ni pringá; sin contar las patas de jamón, que esas eran de otro animal. Pero no, eso no es, no es bautizo, no; ni boda, tampoco es tiempo de comunión. No atino a adivinar, pero seguro que algo gordo se traen esos entre manos. Pero nó; lo he dicho y lo mantengo, no me pienso acercar. Lo mejor es que cierre la ventana y me vuelva a acostar, que es lo que me pide el cuerpo. No lo ves Currito, que no te puedes aguantar, que todavía das dos pasos pa´lante y uno pa´tras. Curro, Curro, cuándo aprenderás, que ya no eres un chaval.
     ¡Ay, ay! Qué malamente estoy, y que mal sabor de boca me ha dejao el puñetero pirriaque. Mejor me levanto y como algo, pero ¿qué?, si no hay na en la casa que me apetezca; con lo bien que me sentaría ahora un puchero calentito o hasta una buena espoleá. Mejor no lo pienso más.
     ¿Y ahora qué? ¿Que es lo que pasa por ahí afuera? ¿Es que no van a parar? ¡Na! Que voy a tener que volver a mirar, con el trabajito que me cuesta andar. Y ese Sol, ¿qué? ¿sigue igual? No, parece que no aprieta tanto ya. ¿Y eso qué es? La furgoneta de Paco, y cargá. ¡Digo! en la casa del “Puya” está pará, y empieza a descargar, pues anda que no trae ná; ya están ahí las mesas y las sillas de tijereta sobre la pared, junto al zaguán. ¡Ahjú, Dios mío, la que se va a armar¡ ¿Y a cuento de qué será? ¡Anda! Ahora llegan más. Como siga la cosa así, pronto estará toda la comunidad. Pero, cálmate Currito, mejor te vuelves a acostar. ¿Acostar? Cómo me voy a acostar si no paro de pensar, de darle vueltas y mas vueltas, ¿qué puñetas pasará? Por allí viene “El Puya”, y bien acompañao que va: “El Pamplina” a su lao, charla que te charla, como en él es habitual; les sigue “El niño de la Guita” con la guitarra enfundá; y ¡ahjú!, quien le viene a la par, lo que yo digo: la juerga asegurá, hasta “El Gato” viene a cantar. Bueno, por lo menos me asomaré al portal.
     — ¡Chhiiih! ¡Eh, Juan! ¿Qué es lo que pasa chiquillo, adónde van?
     —Vente pa la casa Curro, y perdona, que no me puedo parar.
     —¡Uf! No, a tu casa no, que estoy muy mal.
     ¡Ea! Otra vez que no me entero de na. Pues no que va a ser de verdad que hay algo que celebrar. Maldita sea mi estampa, precisamente ahora que me quiero retirar. Es que no puede ser. Que se necesita algo más que voluntad. Lo que es voluntad no me falta, pero una ayudita nunca viene mal. Y la gente peor, y los amigos más mal. ¿Pero a quién se le ocurre ponerse ahora a festejar? ¡Escúchalos! Ya están con el tirititrán. Si es lo que digo yo. Al final voy a tener que arreglarme y tirar para allá; así, por lo menos, me podré enterar del motivo de tan repentina reunión, porque aquí esperando, ni hago, ni averiguo na de na.
     Yo creo que es hora de ir ya. Se ha cerrado la noche y de allí no se mueve ni un alma. Un buen rato el que llevan ya liados, con todas las luces de la casa encendidas y sin parar de cantar. ¡Vengan palmas y fandangos! Ya no espero más. Un momento, que coja el sombrero, no me vaya ahora a constipar; parece que el malestar se me ha retirao, ni mareo tengo ya, pero es mejor prevenir que curar.
     Bueno, aquí está la puerta. Ya no hay marcha atrás. Escucha, escucha, ahora un fandango de Huelva. ¡Qué arte, mare mía! Yo voy a llamar. Aunque sólo sea por preguntar
     —Hombre, Jaramillo, por fin te decidiste a venir, yo creí que no lo hacías ya. Me dijeron que estabas malo, encamao desde días atrás. Porque la Rosario me aguantó, que si no, te hubiera ido a visitar. Pero pasa hombre, pasa, no te quedes en la puerta, que faltabas tú na más.
     —No te molestes, Juan. Tan sólo vine a saber por lo que hay que felicitar. Sólo a preguntar, ni a placer ni a tomar, que a la virgen le he prometío que lo tengo que dejar. No está uno pa tanto trote ya, Juan.
     —Quita, quita, Currito, si estás hecho un chaval. Además, tú tienes dinerillo, y nadie que te venga a mandar. No sabes tú lo que es que de ti dependa una familia y la de sacrificios que te puede ocasionar. Felicitar, dices. No hay na que felicitar. Más bien to lo contrario, que Dios tan sólo manda males y esta vida está hecha pa luchá. Pero, bueno, qué le vamos a hacer. A lo malo darle la vuelta, que siempre es mejor reír que llorar.
     —Sí, ya lo veo, “Puya”. Mal, muy mal han de andar las cosas cuando te pones a celebrar.
     —Que te lo digo y requetedigo, Jaramillo: De celebrar, na de na. Que es la Rosario, que lo está pasando fatal.
     —¿Cómo de fatal?
     —Pues, mira; esta mañana al médico le tuvimos que llamar. Tres horas la tuvo atendía y le mandó to lo que se podía mandar, pero na. Luego, la solución, parece más natural: to consiste en bailar y bailar.
     —Buena solución, sí señor. A eso se llama acertar. ¿Y se puede saber cuál es tan flamenco mal?
     —¿Tú has oído alguna vez algo sobre la tarántula?
     —Un bicho mu feo, ¿no?
    —Feo, y parece que mortal. Pues resulta que a mi parienta uno de esos bichos la ha llegao a picar y, pa que suelte el veneno, lo que ha de hacer es no estar pará. Tres o cuatro días le han dicho que tiene que bailar. Así que ya te puedes imaginar. Ahí la tienes bailoteando to los palos, y animando los demás.
     —Entonces, no se diga más. Echa una copita de fino y entremos a palmear.





Noticia leída en el Diario de Cádiz, el día 14.07.2010:
Hace 100 años, 1910, Baile de la tarántula en Barbate:
"Hace unos días una mujer de Barbate fue picada por la tarántula.
Se llama Catalina Aragón y lleva dos días bailando al compás de una guitarra
que toca un hábil artista. Según los entendidos deberá estar bailando por lo menos
cuatro días. Ha sido visitada por un médico que le ha mandado tomar unas medicinas,
pero la familia cree más segura seguir la vieja práctica del baile de la tarántula."

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